Montañismo, acción y contemplación
"La alta montaña les puede permitir a algunos saciar el gusto estúpido del riesgo por el riesgo; puede permitir a gentes más o menos 'entrenadas' e inconscientes practicar una actividad deportiva banal; la alta montaña puede ser el lujo que se pagan los hombres de espíritu apocado, petrificados por la 'civilización' de las llanuras, de disfrutar de 'panoramas' turísticos gracias a sus prismáticos. Pero, para otros, la alta montaña no es nada de todo eso: la alta montaña constituye una vía de liberación, de superación, de realización interior.
Los dos grandes polos de la vida en su estado puro, la acción y la contemplación, se confunden en ella. La acción es la responsabilidad absoluta, el hecho de sentirse radicalmente solo, de no poder contar más que con la propia fuerza y el coraje personal, unidos en un dominio de sí mismo lúcido y quirúrgico. La contemplación es la esencia misma de esta experiencia heroica: la mirada deviene circular y solar; no existe más que el cielo y sus fuerzas puras y libres que reflejan y plasman la inmensidad en el coro titánico de las cumbres".
[Julius Evola, Méditations du haut des cimes, Les Éditions du Lore, París, 2012, pp. 26-27].
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